Objetos obsoletos y costumbres de tiempos pasados
Publicado por Alfil
La mente –la que es consciente- es un motor que trabaja incansablemente y no se detiene durante todo el día. Así también, cuando me dispongo a dormir la noche, lo hago recordando, pensando e imaginando, luego, llegado el amanecer, despierto en la misma forma. Bien, pues hoy, como tantas otras veces, desperté entre recuerdos y hechos acontecidos tiempos atrás y no sé por qué vino a mi mente la imagen y las sensaciones de aquellos colchones de crin que usábamos en los años sesenta. El crin era un material formado por filamentos flexibles obtenidos de hojas de esparto que se utilizaba en el relleno de colchones mayoritariamente. La funda o tela exterior era de un tejido reforzado nada suave y que cuando tenía un cierto uso era ocasionalmente atravesado por alguno de los filamentos, de cuyas molestas puntas yo tiraba hacia afuera hasta arrancarlas, eliminando así las desagradables molestias que causaba.
¡Cuántos objetos y cómo no costumbres, hoy anticuados, estaban presentes en nuestra vida diaria! Recuerdo que antes de la llegada de las neveras eléctricas, se les daba buen uso a aquellas en las que introduciendo un bloque de hielo en su interior cumplían la misión de mantener fríos los alimentos. No sé si diariamente, pero sí de manera asidua, acudía un empleado de la fábrica de hielo portando una gruesa barra de dicho bloque sobre el hombro y protegida con una tela de saco.
Recuerdo también que las bolsas de uso común de entonces, sobre todo para depositar los productos de la compra de víveres, eran cartuchos de papel. Te despachaban azúcar, harina, arroz o cualquier tipo de grano al peso, introducido en cartuchos de papel. Aún el plástico no había llegado a invadir este mercado.
El aparato de radio existente era a lámparas, encerrado con todo su cableado, dentro de una carcasa de baquelita o madera, conectado a la red eléctrica, y cuyo funcionamiento no era instantáneo sino que requería del calentamiento de las bombillas internas después de su encendido.
El teléfono de la época era de marcador giratorio circular, también con carcasa de baquelita. Cuatro dígitos eran suficientes, no existían los prefijos y para conectar con otra provincia debía de hacerse a través de operadora. Por aquel entonces, hablo de los años sesenta, no existían las cabinas públicas.
Para escuchar música, estaban de moda en los hogares los muebles con radio, tocadiscos (gramófono) y caja acústica incorporada, denominados Radiogramolas para discos de vinilo, con sus platos ajustables a las velocidades de 33, 45, y hasta 78 r.p.m. y que eran accionados levantando el brazo de la aguja reproductora una vez encendido el aparato.
Personaje habitual en la vida doméstica de aquellos años, era el panadero, que con su bolsa de tela cargada de pan despachaba la mercancía solicitada a domicilio. Igualmente el vendedor de periódicos iba de puerta en puerta depositando el diario junto a la entrada de cada casa. Y cómo no, el lechero o la lechera hacían lo mismo para la venta de sus productos subiendo pisos, muchos de los edificios sin ascensor, por escaleras y con la carga a cuestas.
Entonces era normal acudir a los estudios fotográficos para obtener una foto de calidad ya fuese para unirla a un documento oficial, regalarla o tenerla como recuerdo en un álbum o en el porta-retrato del salón, aun así, ya disponíamos de cámaras fotográficas para nuestro propio uso, las había desde sencillas hasta las más profesionales pero totalmente manuales. Siempre había que llevar el rollo de negativos al estudio fotográfico pues había que revelarlos e impresionarlos sobre la copia de papel. Fue un gran adelanto la cámara automática, recuerdo también la cámara instantánea de Kodak cuya foto salía revelada a los 20 o 30 segundos de tomada a través de una ranura en la propia máquina.
Antes de la calculadora existían sistemas de cálculo exactos, y que por supuesto podían obtenerse resultados matemáticos totalmente correctos mediante la aplicación del formulario específico, pero exigían tiempos muy largos. Uno de los mecanismos más usados fue la regla de cálculo, instrumento compuesto de reglas graduadas y desplazables unas sobre otras. A finales de los sesenta y principios de los setenta aparecieron las primeras calculadoras científicas, siendo pionera la Texas Instruments.
Recuerdo siendo más pequeño, que en las mesas de madera de las aulas del colegio existían unos huecos perforados en su parte superior y que estaban destinados al acople de los tinteros en cuya tinta azul mojábamos las plumillas con mango de madera tan necesarias en la asignatura de caligrafía.
Aún mantengo claramente en mi retina la imagen de mi padre escribiendo en la máquina de escribir mecanográfica Underwood compuesta fundamentalmente de cilindro, cinta entintada y teclas unidas cada una de ellas a un carácter en relieve, de cuya presión sobre el papel resultaban las letras, números y signos ortográficos. Posteriormente llegaron las máquinas de escribir eléctricas y que aunque significaron un gran avance respecto de las manuales, fueron anuladas por la pronta aparición del ordenador personal. Muchas veces, mientras mi padre golpeaba la mecanográfica con la yema de sus dedos, mi madre balanceaba sus pies en el pedal de la máquina de coser Singer de tal manera que ésta se accionaba con el primer impulso para luego mantener la inercia que permitía el movimiento de vaivén, a velocidad constante, de la aguja de coser.
Antes de la aparición de la televisión era habitual presentarse de visita, entrada la tarde, en las casas de familiares, vecinos y amigos, y pasar con ellos una agradable velada entre conversaciones y juegos.
Los primeros años de programación de la televisión, por supuesto en blanco y negro y con un solo canal, comenzaba a las 18.00 horas con la previa carta de ajuste y finalizaba a las 24.00 horas. Eso si a las 21.00 horas aparecía la familia Telerín avisando a los niños de que ya era la hora de irse a la cama. La aparición de uno o dos rombos en una esquina superior de la pantalla en la emisión de una determinada película, era el indicativo de la edad tope mínima exigida a los telespectadores para el acceso a la misma, 14 y 18 años y cuyo control obligaba a la vigilancia de los padres.
El juego en la calle era muy natural porque pocos coches circulaban por ellas, en todo caso al aparecer alguno, rápidamente se daba el aviso para apartarse de la vía, la pelota, los boliches y las patinetas eran juegos muy comunes. Un elemento discordante para los muchachos de la época era la aparición de la temida “chivata”, un furgón que la Policía Municipal de Santa Cruz de Tenerife utilizaba para el traslado de presos, pero que final se quedó para "mudar de sitio" a algún borrachín y para asustar a los chiquillos que jugaban a la pelota en las plazas y calles, quitándoles el juguete.
Por aquellos años 50 y 60 diferenciábamos la vestimenta diaria de lo que llamábamos el traje de los domingos, vestido éste guardado como “oro en paño” y que ni se nos ocurriese ponernos en un día laboral. Recuerdo que los chicos hasta entre aproximadamente los 12 y los 14 años llevábamos todos pantalones cortos, pasando posteriormente a aumentar la nómina de los jóvenes con perneras. Los pantalones vaqueros aparecen como moda siempre actual en los años sesenta de forma ya prácticamente imperecedera. Y no hay que olvidar la moda del pantalón de campana que pegó fuerte en los años sesenta, las botas y las camisas de flores, sobre todo por el impacto producido entre la ciudadanía, en contrapartida con la tradicional y poco atrevida ropa usada en ese momento, herencia de los complicados tiempos de posguerra.
El pelo de la época era el pelo largo por excelencia y largas patillas, años 60, movimiento hippie, Los Beatles. Lo que ahora es símbolo de una cultura en su momento fue dura crítica por parte de nuestros progenitores. Bueno ya todo eso es historia. Existía un corte de pelo llamado a lo león, era el corte horizontal sin disminución de volumen, que se hacía de una melena semilarga al caer sobre la nuca, similar a la que lleva de forma natural el rey de la selva.
Recuerdo una vez por semana pasar con mi padre por el estanco de La Tortuga o por el de Sixto ambos en la Rambla Pulido de Santa Cruz y comprarme colorines, unas veces TBO, otras DDT, TioVivo, Pulgarcito, el Capitán Trueno, El Jabato, Hazañas bélicas, etc…
Era normal, si te trasladabas vía marítima entre islas, que los barcos que cubrían los servicios del transporte de viajeros, empleasen lo que ahora se nos antoja demasiado tiempo en un trayecto. Entre Tenerife y Las Palmas, por ejemplo, 6 y 7 horas/trayecto entre sus respectivos puertos era muy corriente.
La seguridad de las personas era un asunto que nunca entonces se abordó con seriedad, se daban situaciones que hoy en día no se entenderían, por ejemplo: No era obligatorio el cinturón de seguridad al ir conduciendo un turismo, como tampoco lo era el uso del casco al llevar moto, no había límite máximo de velocidad en carretera, y tantas cosas…, pero ojo, tampoco se daban las circunstancias de nuestros tiempos, el porcentaje del vehículos era muy inferior, los atascos en carretera y en ciudad no se daban prácticamente y las vías no invitaban a correr a unos conductores sin duda más serenos y precavidos que los actuales en su mayoría..
Si algo tengo que destacar del que también entonces era el deporte rey, el futbol, lo cual es sencillo de comprobar observando las cintas de las películas de los partidos de la época, es la limpieza del juego. La necesidad de triunfos deportivos exigidos por las economías de los clubs de aquellos años no sobrepasaba la barrera a la integridad física de los futbolistas de equipos contrarios, lo cual es elogiable, digno de encomio y sencillamente admirable, en contraparte a la ausencia de las más primarias reglas de contacto entre contrincantes humanos a la que hemos llegado en este multitudinario deporte en la actualidad.
No, no existían las fotocopiadoras, lo que existía era el papel carbón o de calco con el objeto de obtener copias mediante el calco del documento que escribimos o mecanografiamos.
No sé si aún quedan, aunque ya no están permitidos, los antiguos cuadros eléctricos con los hilos de plomo intercalados en la instalación de baja tensión de una vivienda, para que en caso de cortocircuito o de subida de tensión funda el plomo, cortando de esa manera el paso de una corriente sobreelevada que cause lesiones a las personas. Este tipo de mecanismo evolucionó a lo que hoy son los interruptores diferenciales.
Os animo a que aportéis nuevos datos de objetos y hábitos de esta época, y de cualquier lugar del planeta.
Hasta la próxima