20 octubre 2019

Cosas del antiguo Santa Cruz de Tenerife

Publicado por Alfil

No os confundáis, el Santa Cruz de comienzos de los sesenta nada tenía que ver con el Santa Cruz de 2010, el de entonces, aparte de las barreras naturales, el macizo de Anaga por el norte, y del Océano Atlántico por el este, se hallaba limitado físicamente por el sur con la Refinería de Petróleos en uno de los laterales de lo que hoy es la Avenida 3 de Mayo y a la que antes denominábamos simplemente “Autopista”, y por el oeste, una continuidad de fincas, huertas con casas solariegas y algunos grupos dispersos de viviendas sociales a partir de lo que hoy es el Barrio de la Salud y la avenida de Benito Pérez Armas, hacían de colchón en un intencionado acercamiento hacia la capital por parte de los barrios laguneros de Taco y La Cuesta.
No era una ciudad de Recintos feriales, ni Auditorios, ni Teas, ni Parques marítimos, ni Tranvías, ni Intercambiadores, ni Estación de Guaguas, ni Torres gemelas, ni Parkings subterráneos, ni Gerencias Municipales, ni Mercadillos, ni Mercadonas, ni Hiperdinos, ni Carrefures,
Santa Cruz era más pequeña eso sí, pero con confortables cines (Victor, Rex, Royal Victoria, La Paz, Baudet, Price, Tenerife, Numancia, San Sebastián etc…) a los que se acudía de forma numerosa, sus calles permitían el aparcamiento en casi cualquier lateral de acera, el muelle grande o de Ribera tenía la posibilidad de visitarse en toda su longitud ya fuese paseando o con vehículo, el mar y los barcos visitantes podían verse desde cualquier ángulo del litoral santacrucero sin que elementos discordantes te lo impidiesen, también podías aproximarte al muro rompeolas a 30 metros frente al Cabildo y alongándote mucho, ver como pegaban las olas de nuestro océano sobre dicho dique, además no había semáforos en las calles (¡qué gustazo conducir!) hasta que colocaron el primero en la C/ Valentín Sanz esquina C/ Castillo (empezaba la modernidad). Hubo también corridas de toros en un coliseo (Plaza de Toros de Santa Cruz de Tenerife) en el que también se celebraron veladas de boxeo en la época dorada de este deporte en Tenerife (Sombrita, Barrera Corpas, Legrá, Velázquez, etc…) y posteriormente cine al aire libre, además de celebrarse durante varios años consecutivos galas y actuaciones de nuestro Gran Carnaval. En Santa Cruz habían puentes (Zurita, Serrador, Galcerán, etc…) sí, los mismos que ahora, pero antes se sentía que cruzabas de un lado al otro, el Barranco Santos tenía su vida propia, no era un lugar accesible para los ciudadanos del nivel urbano, desgraciadamente era una zona donde vivían en cuevas vecinos muy pobres, sometidos a los peligros propios de la orografía del lugar y la escorrentía excesiva en temporada de lluvia, siendo también lugar de paso y pasto de rebaños de cabras que el cabrero aprovechaba para vender leche en el inevitable discurrir por la ciudad al tratar de sortearla.
Además del Real Club Náutico de Tenerife, sociedad privada fundamentalmente dedicada al ocio y al deporte, enclavada entonces en los mismos lugares de hoy en día, había un Balneario, un estupendo Balneario con residencia anexa perteneciente por entonces a la Obra Sindical de Educación y Descanso, del que nos queda actualmente el doloroso recuerdo del propio edificio e instalaciones en su decrepitud por la desidia de nuestros inmerecidos gobernantes, que lo han abandonado a su suerte y que en aquellos tiempos, nadie diría al verlo ahora, que en la temporada veraniega, se ponía a tope de bañistas en plena diversión entre piscina, playa y la práctica de otros deportes, era de uso público y debía de pagarse una entrada para disfrutar de sus servicios.
La orilla de su playa (eso sí, de cayados) no estaba a más de 65 m. de distancia de la actual fachada del citado edificio que da a la autovía San Andrés, orilla hoy enterrada bajo una plataforma de piedra y hormigón que con sus 275 m. de longitud ampliados hacia el fondo marino, sirve para albergar la suma progresiva tridimensional de los mastodónticos contenedores. ¿Y todo esto para qué, si toda esta carga va a trasladarse próximamente al futuro y controvertido Puerto de Granadilla? No, no quiero de momento, politizar mi blog, quiero continuar hablando de mi querido Santa Cruz, el de aquellos tiempos.
Santa Cruz era una ciudad de múltiples tiendas de víveres, por decirlo de alguna manera, una en cada esquina, recuerdo la serenidad pasmosa con la que esperábamos nuestro turno en la inevitable cola para hacer cualquier mínima compra, participando activa o pasivamente a la vez, de cuantas conversaciones dieran lugar entre cada cliente y el tendero como si el tiempo se hubiese detenido.
Recuerdo también el sonido del grito anunciador de los vendedores callejeros de periódicos matutinos y vespertinos, que con sus pesadas cargas de papel impreso colgadas al hombro mediante correas cruzadas, corrían por la ciudad para vender rápidamente su mercancía portadora de las últimas noticias. Antes para estar informado había que leer los periódicos. El Día, La Tarde, a diario, La Hoja del Lunes y La Jornada Deportiva entre semana, hacían esa función. O aquel otro sonido callejero anunciador de una hoja del tamaño cuartilla que con el título de Goles casi antes del final de los partidos del Club Deportivo Tenerife en las proximidades del Estadio Heliodoro Rodríguez López ya nos mostraba la clasificación general de la jornada.
Santa Cruz era una ciudad gratamente pequeña, no parecía hecha a la fuerza, una ciudad sin pretensiones, a la medida de las necesidades ciudadanas, las zonas verdes de sus plazas, parques y ramblas, suficientes; vías (las mismas de hoy día) holgadas. No había zonas ruidosas. Solo había, como lo hay ahora un evento mayor con licencia para el exceso, el Carnaval, pero ¡Qué Carnaval!, perdón, “Fiestas de Invierno” aunque todos decíamos Carnaval. Con que naturalidad, gracia, educación y alegría se celebraba, eso sí con máscara.
Pero ojo, no pretendo diferenciar en grandeza las épocas de nuestro Carnaval porque cada vez es más grande, no me cabe la menor duda, pero sí destacar la nobleza en el comportamiento de la gente de aquella época en las que los excesos se producían como en cualquier fiesta, pero con un respeto tristemente desaparecido en los actuales tiempos. Destacaría de aquellas fiestas, las celebradas en sociedades como la del desaparecido Parque Recreativo, Teatro Guimerá, y las del Círculo de Amistad XII de Enero.
Recuerdo también a los guardias urbanos, eran como más señores con sus bigotes, no tan delgados como los de ahora que parecen figuritas de no tocar, y cuya sola presencia infundían un gran respeto, no paseaban en moto, pero si dirigían el tráfico situados en el centro de los cruces de las vías de mayor flujo de vehículos, siempre subidos en sus tarimas redondas rodeadas de una barandilla protectora. Un dato significativo era el bonito gesto que por fechas navideñas tenían los conductores con los agentes de tráfico, depositando junto a las tarimas regalos propios de las fiestas y en la que los más apreciados acumulaban notoriamente un mayor número de presentes.
Otro detalle que recuerdo es de las guaguas aparcadas en fila una tras otra saliendo hacia su destino provincial desde la C/ Ramón y Cajal o llegando al mismo, éste era el punto de partida y llegada para toda la isla.
La gente joven chicharrera (distinción exclusiva del santacrucero para bien y para mal) nos divertíamos además de en nuestras fiestas caseras, en la discoteca y no podemos dejar de nombrar a todas aquellas que nos permitió soltar la adrenalina y realizar nuestras relaciones sociales. Durante una cierta época la genta tenía la costumbre de reunirse y sentarse previamente en las mesitas del bar del Parque García Sanabria junto al Reloj de flores para posteriormente bajar por la calle del Pilar hasta la discoteca elegida.
Entre éstas estaban
el Samantha en la C/ San José que era elegante y moderna, más adelante y situada a unos 100 m. en la misma acera y descendiendo dicha calle se encontraba
el Cintra, discoteca de la mejor música ligera del momento, representativa de la gente joven de Santa Cruz durante muchos años.
Igualmente cercana se encontraba en un sótano del antiguo Corinto en la C/ José Murphy el Sloopy al que acudía la gente más progre. Otras discotecas en Santa Cruz se encontraban algo alejadas de éstas que estaban en el centro neurálgico.
Son el Saga situada en Rambla de Pulido y caracterizada por su música lenta,
el King’s Club en la Rambla del Gral Franco (Hoy día denominada Rambla de Santa Cruz) frente a la Plaza de Toros y de música más bien pachanguera,
el Garaje en la C/ Santa Rosalía con local anexo donde se realizaban interesantes carreras de minikart en pista grande de sobremesa con su música del momento y que posteriormente cambió su nombre por el de Samoa.
Años más tarde se abrió, ocupando los locales que anteriormente habían sido la acogedora e inolvidable Parrilla del Casino de Tenerife, la discoteca 33Norte, de no muy fina clientela y regentado por el entonces promotor José Carlos Rodríguez Díaz, alias El Palmero, amigo venido a menos a raíz de la transfiguración sufrida, como sucede a muchos individuos, tras un fulgurante ascenso económico.
De otro rango quizás pero no por ello menos divertidos fueron los ambientes musicales que proporcionaban por un lado la terraza en la cubierta del desaparecido Hotel Diplomático en la C/ Antonio Nebrija y la sala de baile situada en los grandes sótanos del Hotel Taburiente en la C/ Doctor Guigou. En un escalón inferior, pero muy divertidas, estaban las salas de La Taurina en la C/ Gral. Mola y el también desaparecido Club Marítimo Atlántico en la C/ de La Salle.
Así era el Santa Cruz de mi época dorada, una maravilla, pequeño pero con una gran personalidad. Se podía vivir tranquilamente.

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