01 mayo 2012

RELATOS DE POSTGUERRA 1


 
“Si las consecuencias de toda guerra son desoladoras para la salud de los pueblos que la padecen, en el caso de la nuestra, en la que las privaciones fueron en gran medida fruto de una posguerra caracterizada por el trato discriminatorio impuesto a una masa de la población marcada por la derrota, es difícil hallar ni eximente ni atenuante al comportamiento de unos gobernantes que en su rigor nunca quisieron olvidar que su victoria y las condiciones de vida impuesta por ella se habían producido a costa de una parte de su propio pueblo”. (Rafael Bella y Carlos Martínez Bueno)

Finalizada la guerra civil española, no solo hubo vencedores y vencidos. También hubo hambre, escasez y miedo.

Los primeros años de postguerra fueron peores que la misma guerra. Los fascistas ocuparon Madrid el 28 de marzo de 1939 y hasta el 8 de abril no entraron en la capital trenes con alimentos. Muchos ciudadanos se vieron obligados a cambiar monedas o joyas de oro por un chusco de pan negro, otros acudían a los cuarteles a pedir las sobras y muchas mujeres tuvieron que prostituirse por un poco de comida.

Los alimentos se convirtieron en un bien escaso. A los españoles aún les quedaba por soportar una dura etapa, que se vio agravada por el aislamiento internacional del régimen franquista.

La ropa se hacía a mano en cada casa, desde las medias y calcetines de lana hasta la ropa interior, jerséis de punto y los pantalones. Cuando una prenda se dejaba por vieja, de las partes sanas se hacían nuevas prendas para los más pequeños de la familia.

Los fumadores, aparte de recoger colillas, secaban hojas de patatas que luego se fumaban. El tabaco fue también racionado y sólo estaba destinado a los hombres, las mujeres quedaban excluidas, como en tantas cosas. 


Los niños, los grandes perdedores de las guerras, siempre en la calle, sobrevivían ejerciendo las más variopintas tareas, entre ellas la de buscar colillas para vender luego su exiguo contenido como tabaco picado.