La cubillitis es un proceso inflamatorio patológico del cubillismo,
doctrina ideológica emanada de don Antonio Cubillo Ferreira. Es decir,
una insistencia en el error cada vez más grave.
doctrina ideológica emanada de don Antonio Cubillo Ferreira. Es decir,
una insistencia en el error cada vez más grave.
No puede uno quedarse callado por más que lo intente ante la publicación
en un periódico como El Día de las dos entregas del "Anteproyecto de la
Constitución de la República Federal Canaria".
en un periódico como El Día de las dos entregas del "Anteproyecto de la
Constitución de la República Federal Canaria".
Por descontado que don Antonio Cubillo está en su derecho de expresar
libremente su pensamiento y su ideología política (por descontado está
además nuestro respeto a su persona), como nosotros estamos en nuestro
derecho de lamentar que el nacionalismo canario se caricaturice de ese
modo en un momento como éste.
No sé de dónde provienen cada
tanto tiempo las aves de mal agüero que se abalanzan sobre los procesos
de madurez y arraigo del nacionalismo canario para hacerlo retroceder y
si es posible desaparecer.
Siempre pongo el ejemplo de la Unión del Pueblo Canario, con tan buenos resultados electorales en 1979, que apenas duró una legislatura para desinflarse luego como una
burbuja, no sin antes dejar enfrentadas a muchas de las organizaciones
políticas que conformaban ese movimiento, y a la casi totalidad de los
dirigentes que figuraron en sus listas a las instituciones canarias y
españolas.
El sino del nacionalismo canario es la bronca
permanente, la descalificación del adversario, la atomización, la
proliferación imparable de siglas, los reinos de taifa insularistas, la
irracionalidad y la marginalidad enfrentadas a las posturas racionales
y de integración social.
No hay más cera que la que arde y uno
debería estar preparado para encarar lo que se le venga encima después
de expresar su postura sobre asuntos como el que nos atañe.
He leído con atención las dos entregas del "Anteproyecto" de Antonio
Cubillo y me quedo con dos de sus propuestas: la integración de su
futura Canarias en la Unión Africana, antes Organización para la Unidad
Africana -lo que conllevará nuestra retirada de la Unión Europea- y la
puesta en circulación de la nueva moneda nacional canaria: el Áfrico.
Dejo aparte la domicialización de las instituciones contempladas en la
constitución cubillista, entre ellas las del distrito federal en las
faldas del volcán Teide, el Senado en Gáldar y el Tribunal
Constitucional en Tazacorte, además de esa gran Universidad
Internacional abierta sólo a los estudiantes canarios y africanos.
Es decir, la africanización definitiva de Canarias, objetivo obsesivo de
Antonio Cubillo desde que se erigió en líder carismático del
independentismo canario, un objetivo que con toda probabilidad no sólo
cuenta con el apoyo moral de algunos países del vecino continente,
Argelia entre ellos, sino con otro tipo de apoyos no tan espirituales.
Desde hace ya algunos años vengo enfrentando estas tesis de africanización de
Canarias y reflexionando y teorizando sobre la alternativa de nuestra
condición atlántica.
¿De verdad somos un archipiélago africano? ¿Por qué? ¿Por nuestra cercanía a África?
Más cerca está la España peninsular: a sólo 14 kilómetros de la costa
marroquí y dominada durante ocho siglos por el poder islámico. Nosotros
nos encontramos a 100 kilómetros y nunca fuimos invadidos por esa
potencia religiosa y política que conllevó en la media España de las
centurias VIII-XV cambios institucionales, económicos, culturales y
religiosos de evidente trascendencia.
Una definición convencional nos dice que la geografía estudia la superficie terrestre
considerada como residencia del hombre; o las relaciones entre el medio
natural y el hombre.
Si los canarios somos rigurosos con lo que
"medio natural" significa, no nos cuadra que un archipiélago como el
nuestro pueda asimilarse al medio natural continental africano. Ni 1)
por origen geológico: nuestro vulcanismo tan determinante; ni 2) por el
escenario natural: nuestra oceanidad, más decisiva todavía en cuanto a
nuestra relación con otros pueblos; ni 3) por la índole poblacional:
unas poblaciones estables en el continente, una población fusionada en
Canarias: bereberes, normandos, andaluces, castellanos, vascos, lusos,
italianos, flamencos, ingleses, holandeses, malteses..., ni 4) por la
curiosidad cultural: tribalismo continental frente a porosidad a otras
culturas por parte de nuestras islas; ni 5) por credos religiosos:
cristianismo o poscristianismo nuestro frente a la generalizada
civilización islámica de nuestros vecinos.
Canarias ha potenciado su personalidad social, cultural, económica y política en su
proyección atlántica y no en el ombliguismo de los orígenes de sus
primeros pobladores.
Cubillo sin embargo sigue insistiendo en
convertirnos en un estado africano más, en desvincularnos de Europa, en
tercermundializarnos, en obligarnos a dar un salto temerario en el
vacío con desprecio inocultable por el bienestar y el futuro de nuestro
pueblo, primer objetivo de todo nacionalista que se precie.
Después de muchos años de esfuerzos intelectuales y políticos, hay que
fortalecer el nacionalismo de base social y huir de utopías
incomprensibles para nuestros compatriotas menos informados. Hablarles
a nuestros jóvenes, a nuestros campesinos, a nuestros industriales, a
nuestros empresarios y trabajadores en general de abandonar la Unión
Europea para ingresar en la Unión Africana es un disparate que no daña
sino al nacionalismo con base en esta tierra y no en el cielo de
megalomanías personales.
Cada cultura decide las instituciones
por las que quiere regir su propia convivencia y la convivencia con
otros pueblos, y la cultura canaria se ha caracterizado por un diálogo
permanente con Europa y América en esa proyección atlántica que ha sido
su vocación secular.
Este pueblo debe prepararse no para
involucionar y africanizarse, sino para evolucionar y europeizarse y
universalizarse, sin que ello quiera decir que abjuremos de los
orígenes norteafricanos de nuestros antepasados insulares.
Este pueblo debe disponerse a superar la fragmentación de su movimiento
nacionalista y a proceder a la integración y a la reunificación de
todos esos esfuerzos para la consecución de objetivos políticos comunes
a todos ellos: delimitación aguas oceánicas (¿dónde empieza y dónde
termina territorialmente Canarias?), seguridad interior y control de
nuestras fronteras, racionalización carga poblacional y medioambiental
(lo que repercute en sanidad, educación, coberturas sociales, justicia,
parques móviles, vivienda), lucha contra el paro, estabilidad económica
y modelo económico renovado y mixto -Canarias como base logística y
estratégica de intervención y de cooperación del mundo desarrollado y
de los países en vías de desarrollo-, recuperar calidad educativa de
nuestros centros docentes, extender y mejorar coberturas sociales...
El horizonte que diviso para la Canarias futura es un encaje directo en
Europa sin pasar por intermediarios. Habrá que buscar los itinerarios
jurídicos y políticos adecuados en los tiempos correctos, y todo ello
sin romper el diálogo con el Estado español, aunque seamos el último
resto de serie de su imperio perdido.
Las sociedades modernas se caracterizan por el diálogo permanente y no por la confrontación.
Pero hablemos en serio y dejémonos de cantinfladas.
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